Esta pasada noche tuve un sueño especial, tal vez a
consecuencia del tremendo calor que estos días y estas noches hace en toda
Europa, y que aquí en la Cerdanya se está dejando notar con especial intensidad.
Soñé con transformaciones improbables del paisaje.
La mar de mi ciudad, que es la mar mediterránea, era de un
color rojo de frambuesa madura, y el cielo que lo cubría era del malva tenue de
algunas flores tímidas y distraídas. El sol del atardecer era de un verde
intenso con destellos de esmeralda y se despedía en su huída hacia oriente
agitando una nube violeta a modo de despedida de poniente.
Las montañas de la cordillera del prelitoral estaban del
revés, como un cono invertido y eran todas de diferentes tonos del azafrán,
unas más intensas y otras más parecidas al color de la arena de las playas
tunecinas, y los árboles centelleaban con luces de luciérnagas y colores
múltiples como los de las paradas de las fiestas mayores de los pueblos, recordando
el sube y baja iluminado de colores de los caballitos infantiles.
La arena de la playa era gris aquí y negra allá, y el
rompeolas de rojo fresa y su sensualidad marítima exaltaba su belleza, porque
la arena y la mar se besaban calladamente, en un silencio que sólo rompía el
trino grato y dulce de gaviotas de
alas de fuego, picos azules y patas blancas del color de las perlas, perlas
translúcidas que en su interior mostraban el nido que habitaba la ostra que
antes fue su cobijo y ahora era su corazón.
La noche empezaba a cubrir la mar y la arena de la playa con
un manto de color blanco y adornado de flores de colores que revoloteaban con
la placidez del ajetreo de su movimiento, con unos colores y destellos que
jamás yo había contemplado, y las algas flotantes de la descansaban sobre su
agua, salada en las capas profundas y dulce como la cereza en donde danzan las
olas con formas de cabritillas del color de la plata, del estaño, del cobre y
del bronce, para desprenderse de sus recuerdos enmarañados.
En el firmamento de flores y ahora ya de platino brillaba la
luna que era del color del arco iris, y a lo lejos, muy lejos, se empezaba a
distinguir a Marte que parecía reír sosegadamente mientras mostraba sus dientes
de oro y su lengua de suave rubí carmesí.
Al amanecer, ahora en la montaña, las nubes era del color de
la miel y goteaban lentas y pegajosas de su núcleo vaporoso, y su color variaba
entre el verde oliva y el salmón, y el crema tostada y el menta, y el río que
pasa junto a mi casa ascendía hacia los picos de las cabras montesas repleto de
peces alados de muchos colores que saltaban sobre las piedras del río para
besarse con esos morritos de os imparables, y las moras junto a las aguas, que
eran calientes porque humeaban como una cazuela en el fuego, carecían de ramas
de espino y eran del color magenta unas y otras naranjas y púrpuras y celestes
y fucsias, y también del color del cobalto y de la amatista y del zafiro y de
la turquesa.
Y los árboles del bosque estaban repletos de frutos de apariencia
sabrosa pedigüeñas de bocas y lenguas amantes, y eran del color de la lima, del
ámbar y del índigo y de la aguamarina, y los que se ofrecían como frutos de la
pasión eran del color intenso del vino de Burdeos como los labios de una mujer
que se entrega apasionadamente a un amor irreversible e imperecedero.
Desperté con el alba teñida de calores y el sexo lleno de
amores soñados, empapado en sudores que pensé serían de colores y que decidí no
comprobar porque deseaba, con los ojos cerrados, imaginar otras
transformaciones improbables de todo lo que me rodea, como piedras hablando
entre ellas, flores inclinando su tallo al paso de las mujeres de mi vida,
pájaros de seis patas para mejorar su equilibrio, bellos murciélagos de alas
coloridas y canto celestial, musarañas amigas relacionándose y amándose con los
jilgueros, palomas aprendiendo el vuelo rasante y zigzagueante de las
golondrinas y golondrinas realizando vuelos picados desde las alturas como los
hacen las águilas y los halcones y las aves cazadoras de presas, gorriones
bailarines, loros y cotorras cantando ópera, jabalíes y jabatos vestidos de
Capitán Trueno, arañas disfrazadas de el Jabato, y cerdos amistando con el Lobo
Feroz que volaba por los rascacielos con sus telas de araña de Spiderman,
mientras Caperucita, que lucía un gorrito de nueces y avellanas, preparaba
bocadillos de guisantes rojos y garbanzos amarillos con lechuga del color de la
lavanda de mi huerta rociada de aceite del color de la orquídea.
Ya en la ducha, con mucho jabón y agua en mi cabeza y mi
cuerpo, repasé mi sueño imposible, me pregunté si los efectos del calor
propiciaban estas cosas, y me quedé pensando, mientras el agua me lamía y
relamía con su cadencia, que estaba muy contento porque es una pena si sólo
estás cuerdo.
La cordura es para los que carecen de imaginación, y los que
nos entregamos a la creatividad y, sobre todo a amar, incluso a los que no nos
aman, necesitamos de un punto de locura.
¡ Ojalá esta noche prosiga el calor y regresen las flores
del color del mar, el mar del color del cielo, las nubes de miel y la luna del
color del arco iris, mientras yo duermo sudoroso creando peces fosforescentes y
miro a las estrellas y busco la que bauticé con el nombre de una princesa !
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