miércoles, 6 de mayo de 2015

Otra mosca.

 
Me he ido a comer un menú a un restaurante que hacen menús que no están nada mal.
Al contrario de Mafalda a mi me encanta la sopa, la de cebolla, la de pan, la de ajo, me gustan todas las sopas, hasta la de tapioca que se asemeja a un engrudo, pero me gusta.

Me la sirve una camarera de muy bien ver, lo cual me despista unos instantes de la sopa.

Y cuando me decido a atacar, a la sopa, no a la camarera, descubro una mosca nadando con desespero en mi sopa.
Lo primero que se me ha ocurrido hacer es mirar a mi alrededor y he comprobado que nadie se ha dado cuenta ni de la mosca ni de mi sopa ni creo que de mí y mi cara mosqueada.
Entonces, con un rápido gesto de mi muñeca derecha y de la mano que la sigue y que agarra la cuchara me he comido la mosca.

Así ya es seguro del todo que nadie se ha apercibido del suicidio de la mosca, cosa que está mal vista en su sociedad y en la nuestra.

Luego he seguido con tranquilidad y satisfacción consumiendo mi sopa, que olía a puchero de fonda sencilla y sabrosa.

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