Hace días que por motivos de desamores no tenía relampagueos
cerebrales. Me he dado cuenta hoy, cuando después de lijar los pórticos de una
las ventanas de mi casa he ido a uno de mis miradores preferidos, un Bar en
Llivia, a consumir una cerveza fresca porque hace estos días en la Cerdanya una
calor impropia de las fechas en las que estamos.
Esta mediodía el termómetro marcaba los 36º.
Y mientras degustaba una marca propia de la población,
Lybica, que han empezado a comercializar hace algo más de un par de años, y que
para ser sincero es mala de solemnidad, he topado en la prensa con las últimas
declaraciones del Ministro José Ignacio Wert, y se me ha ocurrido pensar que si
yo fuese famoso, que nunca lo seré y suerte que tengo de ello, y me preguntasen
por mi opinión sobre ese individuo qué podría decir yo que no fuese algo
ofensivo, ordinario, soez o maleducado, y sin pensar más que el tiempo que dura dar un par de tragos de la horrible cerveza me ha salido lo siguiente:
“Mire, señorita periodista (era una mujer la que me
preguntaba, digo que yo que mi fantasía obedecerá a la carestía que sufro tras
abandonos inesperados), yo aprendí de maestros insignes que sólo
se debe opinar de aquello sobre lo que se entiende, y yo de zoología no
entiendo ni papa, y menos de la especialidad que trata sobre los primates, así
que no manifestaré nada”.
Cuando la periodista me ha dejado en la compañía de la
Lybica, le he mirado el culito y me he sentido bastante satisfecho conmigo
mismo, para qué negarlo, porque por lo menos creo que he estado ingenioso,
permítaseme este pequeño acto de soberbia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario