sábado, 30 de mayo de 2015

VINÇON.

 
Hoy he amanecido con un disgusto morrocotudo.
Tengo la desafortunada costumbre de nada más levantarme conectar la TV y en concreto el canal catalán 3/24 de noticias, y la primera que me ha saltado hoy a la cara es la del cierre de la tienda de diseño VINÇON del Paseo de Gracia barcelonés, junto a la “Pedrera” de Gaudí.

He tenido un desencanto tan enorme que he estado a punto de volver  a meterme en la cama y pensar que no me había despertado y que la noticia no era más que un mal sueño del amanecer.

He visitado VINÇON durante toda mi existencia y a veces hasta mas de una vez por semana, unas veces para comprar y las más sólo para pasear por sus tres mil metros cuadrados de superficie.
Y paseaba tanto para gozar de sus productos de diseños espectaculares como para recuperar el ánimo en días de crisis personal y profesional.
Me explico, o lo intento.

Días de nula creatividad en la Agencia de Publicidad de Diagonal esquina con Tuset, días de presión nacional (Madrid) e internacional (New York) por la cuenta de resultados, días aciagos por la pérdida de un cliente y días de gloria por la ganancia de una cuenta, yo acababa decidiendo ir a visitar VINÇON bien para comprarme algo para mí o para mi compañera y así celebrar la alegría, bien para ver y contemplar y observar sus artículos y sus diseños que parecía que me levantaban el ánimo cuando lo tenía decaído.

Cuando en enero de 2009 falleció mi alma gemela, y después de pasar unos días encerrado en casa dominado por una crisis monstruosa conseguí salir de casa a que me diese el aire, no se cómo ocurría pero mis pasos se dirigían a VINÇON y allí hablaba y le relataba mis impresiones sobre lo que veía a la Susan que habita en mi corazón, y ella me daba su opinión y a veces hasta me reprendía diciéndome que soy un caprichoso o un manirroto y me sacaba una sonrisa dolorosa o una mueca de flagelo sonriente y eso me ayudaba a sobrellevar la amargura de esos días lentos y cadenciosos.

Y ahora que me he exiliado en la Cerdanya francesa para escribir más de lo que hacía en Sarrià y aprender a gozar del silencio y la despaciosidad me levanto hoy con la noticia de que VINÇON cierra y baja la persiana.

Me he sentido, me siento ahora que esto escribo, perdido.
¿Dónde iré a pasear cuando regrese puntualmente a Barcelona? ¿Cómo le explico a mis pies que ya no pueden encaminarse a VINÇON porque ya no existe? ¿Dónde daré rienda suelta a mis necesidades consumistas? ¿Dónde compraré esas cosas que no sirven para nada y que tanto me entusiasman? ¿Dónde podré adquirir esas chuminadas con las que me encanta obsequiar a mis amigas?

Estoy desolado.
Estoy abatido.
VINÇON era una parte de mi existir y la otra parte de cuando no existo!!!

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