Hoy he amanecido con un disgusto morrocotudo.
Tengo la desafortunada costumbre de nada más levantarme
conectar la TV y en concreto el canal catalán 3/24 de noticias, y la primera
que me ha saltado hoy a la cara es la del cierre de la tienda de diseño VINÇON
del Paseo de Gracia barcelonés, junto a la “Pedrera” de Gaudí.
He tenido un desencanto tan enorme que he estado a punto de
volver a meterme en la cama y
pensar que no me había despertado y que la noticia no era más que un mal sueño
del amanecer.
He visitado VINÇON durante toda mi existencia y a veces
hasta mas de una vez por semana, unas veces para comprar y las más sólo para
pasear por sus tres mil metros cuadrados de superficie.
Y paseaba tanto para gozar de sus productos de diseños
espectaculares como para recuperar el ánimo en días de crisis personal y
profesional.
Me explico, o lo intento.
Días de nula creatividad en la Agencia de Publicidad de
Diagonal esquina con Tuset, días de presión nacional (Madrid) e internacional
(New York) por la cuenta de resultados, días aciagos por la pérdida de un
cliente y días de gloria por la ganancia de una cuenta, yo acababa decidiendo ir
a visitar VINÇON bien para comprarme algo para mí o para mi compañera y así
celebrar la alegría, bien para ver y contemplar y observar sus artículos y sus
diseños que parecía que me levantaban el ánimo cuando lo tenía decaído.
Cuando en enero de 2009 falleció mi alma gemela, y después
de pasar unos días encerrado en casa dominado por una crisis monstruosa
conseguí salir de casa a que me diese el aire, no se cómo ocurría pero mis
pasos se dirigían a VINÇON y allí hablaba y le relataba mis impresiones sobre
lo que veía a la Susan que habita en mi corazón, y ella me daba su opinión y a
veces hasta me reprendía diciéndome que soy un caprichoso o un manirroto y me
sacaba una sonrisa dolorosa o una mueca de flagelo sonriente y eso me ayudaba a
sobrellevar la amargura de esos días lentos y cadenciosos.
Y ahora que me he exiliado en la Cerdanya francesa para
escribir más de lo que hacía en Sarrià y aprender a gozar del silencio y la
despaciosidad me levanto hoy con la noticia de que VINÇON cierra y baja la
persiana.
Me he sentido, me siento ahora que esto escribo, perdido.
¿Dónde iré a pasear cuando regrese puntualmente a Barcelona? ¿Cómo le explico a mis pies que ya no pueden encaminarse a VINÇON porque ya no existe? ¿Dónde daré rienda suelta a mis necesidades consumistas? ¿Dónde compraré esas cosas que no sirven para nada y que tanto me entusiasman? ¿Dónde podré adquirir esas chuminadas con las que me encanta obsequiar a mis amigas?
¿Dónde iré a pasear cuando regrese puntualmente a Barcelona? ¿Cómo le explico a mis pies que ya no pueden encaminarse a VINÇON porque ya no existe? ¿Dónde daré rienda suelta a mis necesidades consumistas? ¿Dónde compraré esas cosas que no sirven para nada y que tanto me entusiasman? ¿Dónde podré adquirir esas chuminadas con las que me encanta obsequiar a mis amigas?
Estoy desolado.
Estoy abatido.
VINÇON era una parte de mi existir y la otra parte de cuando
no existo!!!
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