Hace un par de días en el Maresme llovió a cántaros y las
rieras inundaron las poblaciones de costumbre, Canet de Mar, Blanes, Tordera,…
En la Cerdanya llovió a trocitos.
Ahora sí, ahora no.
Y poquito.
Yo miraba esa lluvia lánguida desde la puerta de mi cocina,
la puerta que da a la huerta con sus magníficas vistas sobre la Sierra del
Cadí, Masella y La Molina.
Miraba la lluvia con cara de satisfacción porque esa lluvia,
la que cala, es beneficiosa para las lechugas y para las cebollas, para los
pepinos y para los ajos que cultivo.
Y entonces la mente empezó a volar sin control alguno y
pensé que yo quisiera llover así, a trocitos, a pedacitos, para impregnar de
amor y amistad y ternura a mis amigos.
Llover a pedacitos sobre mis hijos y mis nietas y mojarles
con mis experiencias y con la poca sabiduría que mis años en esta vida me han
concedido.
Llover y calar sobre las mujeres de mi vida, que son mi
compañera y mi madre y la alemana y la zamorana y mis amigas de Barcelona, y
decirles con cadencia, con lentitud, en casi un susurro que empape que las
quiero con locura.
Pensé que me gustaría desgranarme a pedacitos sobre los
campos y los mares y los ríos que nos alimentan, aunque yo sólo aporte algunas
lágrimas a veces de alegría exuberante y a veces de hiel y dolor desbordante.
Quisiera regalar trocitos de mis besos a todos los frutos de
los árboles que hacen confituras para que yo las obsequie a los que visitan mi
hogar para arrancarles una sonrisa dulce y pegajosa que se adhiera a mis
mejillas.
Pensé que me gustaría acariciar a pedacitos a esta vida que
me ha saciado de amores y alegrías, y por las noches enviar más pedacitos de
besitos a las estrellas y a la luna de oro ahora y después de plata y que yo
gusto de contemplar mezclando la tristeza y el júbilo que mi alma alborotan.
Quiero cuidar, durante algún trocito de mis días, a los que
reclaman atenciones y amores que alivien sus soledades.
Quiero llover lenta y cálidamente por los que lo pasan mal
en este mundo de injusticias y sorberme los mocos a pedacitos, que es la forma
de no olvidar la sensibilidad que merecen los desafortunados.
Deseo seguir llorando lluvia ante el llanto de un niño que
siente la soledad y la amargura de su destino para poder consolarlo con
pequeñas caricias y besitos regalados a trocitos.
Un pequeño trueno del cielo y el canto de una tórtola en
pleno vuelo me robaron mis pensamientos, y al entrar en la cocina ojeé
distraídamente las páginas del Magazine de La Vanguardia, y me encontré con una
fotografía de una pizarra exterior de la carnicería vegana de San Sebastián de
Pilar Cervera en la que ella había escrito “No pretendo cambiar el mundo, pero en el pedacito que me tocó
vivir quiero hacer la diferencia”.
Eso es lo que pensaba mientras veía caer la lluvia a
trocitos sobre mi huerta.
Besar, abrazar, amar, querer, consolar, acompañar,… en el
pequeño trocito que habito,
…a pedacitos.
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