(Versión modificada de “Una lagartija que ladeaba la cabeza).
Paseaba y hacía mucho calor.
Encontré un sauce llorón que decoraba los terrenos que
rodeaban una urbanización y me refugié bajo sus ramas.
Me entró la nostalgia y se me contagió el llorón y me puse a
sollozar tenuemente, casi como con vergüenza, sentado en una gran piedra.
Hasta que me cortó el sollozo una risita casi imperceptible
y descubrí a una lagartija que contemplaba su cola amputada de su tronco y se
tronchaba de risa al verla contorsionase, casi con violencia, ella solita allí
delante suyo.
La lagartija me miro por el rabillo del ojo y sin perder la
risa me dijo: “Hay que reírse
mucho cada día de uno mismo, porque es muy saludable, y además evitarás que
otros lo hagan por ti”.
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