jueves, 22 de octubre de 2015

Sin título (IX).

 
Ayer quería soñar con ella, porque se me quedó atascada dentro de mí.
No pude.

Soñé, extrañamente, con una chica de mis años jóvenes que me deseaba y sin embargo yo a la que deseaba era a su amiga íntima.
Varias veces en mi vida me ha ocurrido esta dicotomía, como cuando yo anhelaba los favores de una preciosa rubia de ojos de almendra que no me aceptaba y era su hermana, también muy linda, la que de mí desesperaba porque yo no la deseaba.

Pero con la que yo quería soñar porque rompió mi inapetencia tras unos años de dolor intenso por espeso no pude hacerlo, porque me manaba sangre tibia entre alguna de mis costillas hasta alcanzar la espalda y los riñones y todo mi cuerpo entero.

Me desperté y me volví a dormir, y entonces soñé que no era de ningún sitio, que no pertenecía a ningún país ni a ninguna cultura ni tradición, soñé que era forastero hasta en propio lecho.
Me produjo una sensación de insondable desasosiego, que sólo pude eliminar cuando al día siguiente, muchas horas después del sueño, entré en un bar llamado “La mina”, todo forrado de cartón piedra imitando el interior de una mina de negro y sórdido carbón.
Allí, en aquel espantoso y feo decorado me abandonó el desasosiego porque se adhirió a las paredes como un lactante al pecho de su madre.

Otra noche de porcelana fría la buscaré para que me ofrezca el calor que en la oscuridad de ayer me negó.

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