miércoles, 21 de octubre de 2015

Una bella y triste historia de una Penélope de Cuenca.

 
Un buen amigo de Tarancón, segunda población conquense, y además familiar ya que mi hijo menor desposó con su hija también menor, me contó hace unos días una bellísima historia del amor de la tristeza.
Él mismo me decía que cuando recordaba esta historia que vivió en sus años mozos, creo que con su mujer porque es hombre de amor de toda una vida, como también es mi caso, aunque conmigo el destino fue cruel porque me la arrebató antes de que tocase, rememora la canción de Joan Manuel Serrat “Penélope”, y es por eso que el título recoge ese nombre de mujer.
Mi intención aquí es simplemente narrar la historia que Pedro me trasladó, y mezclarla con alguna fortuna, si es que soy capaz, con la letra de la “Penélope” del cantautor de mis tierras catalanas.

Y así dice esta bella historia:

En uno de mis viajes sin rumbo por la Serranía de Cuenca, hace ya más de cuarenta años, llegué a un pueblecito casi perdido que se ubicaba entre hoces y pinares y que tenía un nombre de claros orígenes vascos, Beteta.
El pequeño pueblo, de apenas doscientos habitantes, era de calles estrechas, arquitectura serrana y balconadas de madera pintadas de color azul, que contrastaban con algún que otro banco de hierro negro y traviesas de madera pintadas de color verde.
(Dicen en el pueblo que el caminante volvió y la encontró en su banco de pino verde).

Beteta tenía una bonita, pequeña y destartalada plaza.
(Se marchitó en tu huerto hasta la última flor, no hay un sauce en la Calle Mayor para Penélope).

Ese día en el que me acerqué a Beteta era día de mercado. Apenas asomaban media docena de puestos ambulantes en un pueblo sin tiendas ni bares.
(Penélope, con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón, y su vestido de domingo).

En un espacio libre de la Plaza, colgadas de unas cuerdas fijadas a los muros de una vieja Iglesia, lucían, limpias y radiantes, sábanas de bordados y embozos, manteles de primorosa labor, camisones de gala y un blanco vestido de novia.
(Dicen en el pueblo que un caminante paró su reloj una tarde de primavera. Adiós, amor, no me llores… antes que de los sauces caigan las hojas…).

Una mujer lozana pero ya entrando en el ocaso, de cabellos desaliñados y mirada algo perdida se afanaba una y otra vez en alisar inexistentes arrugas de aquellas telas que colgaban de la cuerda de la pared de la Iglesia.
(Penélope, se sienta en un banco en el andén y espera que llegue el primer tren meneando el abanico).

Extrañado de aquella escena decidí preguntar a un parroquiano, y me explicó que hacía años, el día de su boda, a la puerta de la Iglesia, vestida de boda y rodeada por los familiares y los invitados, esperó y esperó en vano a un novio que nunca llegó.
(Penélope, tristes a fuerza de esperar sus ojos parecen brillar si un tren silva a lo lejos. Penélope, uno tras otro los ve pasar, mira sus caras, los oye hablar, para ella son muñecos).

Me decía el vecino que tuvieron que llevársela en volandas, y que nunca derramó una lágrima. Y desde entonces, cada semana, el día de mercado, muestra a todos su ajuar de casadera.
(Dicen en el pueblo que el caminante volvió… Ay, amor, Penélope, mi amante fiel, deja de tejer sueños. Mírame, soy tu amor, regresé. Le sonrió con dos ojos llenitos de ayer…).

Finaliza su narración mi amigo y familiar manchego diciéndome que no sabe qué fue de ella, aunque posiblemente esté ya muerta.
Pero, me pregunta, si existe otra vida, ¿seguirá ella esperándolo?
(Pobre infeliz, se paró tu reloj infantil una tarde plomiza de abril cuando se fue tu amante. Piensa en mí. Volveré por ti. Y Penélope se quedó con su bolso de piel marrón y sus zapatitos de tacón sentada en la estación. Penélope!!! ).

Nota: he respetado al máximo la narración que me trasladó mi amigo, salvo en algunos pequeños detalles que he modificado para una mayor agilidad y comprensión del texto.
Los textos en paréntesis y en cursiva pertenecen a la letra de la canción “Penélope” de J.M. Serrat, si bien el orden lo he variado en función del texto de la narración y su adecuación al mismo, según mi parecer).

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