domingo, 18 de octubre de 2015

Sin título (VII).


Durante toda mi vida perder nunca fue una opción.
Pero desde hace unos años me instalé en la pérdida.

Me voy acostumbrando, porque creo o quiero creer que eso me ayuda a crecer, a continuar con mi acercamiento a la sabiduría, a hacerme más comprensivo.
Aunque siga permaneciendo la duda.
Pero algunas pérdidas duelen, hieren, queman.
Antes, hace unos años, no lo habría podido soportar.
Ahora lo tolero, más bien que mal.
Voy aprendiendo a convivir con ellas.

El pasado viernes narré cuentos a ancianos de la Residencia Sanitaria de Puigcerdà.
Ellos sí lo han perdido todo.
Hasta los dientes.
Hasta el caminar.
Hasta la capacidad de razonar.
Pero muchos, otros no, conservan la dulce sonrisa que ilumina su cara y su expresión.

Creo que aprenderé de ellos a sonreír ante mis pérdidas, aunque algunas duelen, y hieren y queman, y muchas veces todo junto.
Quiero creer que no es una rendición, que son aceptación, crecimiento y fortalecimiento de mi espíritu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario