Me siento
como un imbécil.
Como un
puto imbécil.
Me siento
como el más imbécil del mundo entero.
En realidad
no se ni cómo coño me siento.
Me fui hace
catorce días ilusionado perdido.
En Pamplona
me esperaba una mujer de que la me enamoré.
En Pamplona
me esperaba una mujer que pensé que se había enamorado de mí.
En
Pamplona, donde estudié y empecé a tejer la red que me cobijó durante casi
cuarenta años, pensé que tejería de nuevo amores y complicidades que serían las
mías y las de otra mujer divina.
En Pamplona
se me cayó el cielo encima, se me derramó toda la lluvia sobre mi cabeza, se
depositó la nieve de caspa en mis hombros, y me toca ahora rehacerme de nuevo,
volver a empezar, volver a creer, volver a querer.
Lo entregué
todo, y lo que no entregué es porque no lo tengo.
Recibí el
regalo de un cuerpo, pero me faltó la entrega de ese mismo cuerpo.
Yo di y
ella recibió, pero no me entregó nada.
Me fui a
Cuenca.
Me recibían
mi hijo y su compañera y mi nieta.
Me recibió
mi hijo.
Mi nieta
allí estaba, pero todavía no entiende.
Me gusta
porque me llama avi, que es como se dice a los abuelos en mi tierra catalana.
Mi nuera
estaba, simplemente estaba.
Me fui a
Barcelona, que no a Terrassa, donde tengo otro hijo, otra nieta, otra nuera.
Pero me fui
a casa de Juan, amigo desde niños. Gran amigo. Buen amigo. Cariñoso amigo.
Enorme mi amigo.
A casa de
mi hijo no fui porque allí no me quieren.
Mi hijo sí,
pero ella no.
Comí con
una amiga.
Ella me
quiere.
No soporta
el contacto de la palma de mi mano. No soporta mi caricia.
Pero sé que
me quiere. A su manera. A su extraña manera.
Me dijo que
un amigo de ambos, antes mío, después más suyo, tampoco es querido.
Yo lo
quiero, pero a mi manera.
Y mis
maneras no son sencillas ni fáciles.
Ahora estoy
en la Cerdanya.
En “La
Rauxa”, en la casa que edificó Susan.
Ella sí me
quiso. Con locura. Con pasión.
No, la casa
no, ELLA.
Me quiso
como a mí me gusta querer y que me quieran.
No sé cómo
me aceptará la casa, porque mi casa es de risas y yo estoy ahora de lamentos.
Quejumbroso. Así estoy.
Yo la
quiero, a la casa quiero.
Mañana creo
que podré decir cómo me siento en la casa, cómo me quiere la casa.
A mí.
Sólo a mí.
Porque
estoy sólo.
Sólo.
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