viernes, 27 de marzo de 2015

Me siento como un imbécil.

 
Me siento como un imbécil.
Como un puto imbécil.
Me siento como el más imbécil del mundo entero.
En realidad no se ni cómo coño me siento.

Me fui hace catorce días ilusionado perdido.
En Pamplona me esperaba una mujer de que la me enamoré.
En Pamplona me esperaba una mujer que pensé que se había enamorado de mí.
En Pamplona, donde estudié y empecé a tejer la red que me cobijó durante casi cuarenta años, pensé que tejería de nuevo amores y complicidades que serían las mías y las de otra mujer divina.
En Pamplona se me cayó el cielo encima, se me derramó toda la lluvia sobre mi cabeza, se depositó la nieve de caspa en mis hombros, y me toca ahora rehacerme de nuevo, volver a empezar, volver a creer, volver a querer.
Lo entregué todo, y lo que no entregué es porque no lo tengo.
Recibí el regalo de un cuerpo, pero me faltó la entrega de ese mismo cuerpo.
Yo di y ella recibió, pero no me entregó nada.

Me fui a Cuenca.
Me recibían mi hijo y su compañera y mi nieta.
Me recibió mi hijo.
Mi nieta allí estaba, pero todavía no entiende.
Me gusta porque me llama avi, que es como se dice a los abuelos en mi tierra catalana.
Mi nuera estaba, simplemente estaba.

Me fui a Barcelona, que no a Terrassa, donde tengo otro hijo, otra nieta, otra nuera.
Pero me fui a casa de Juan, amigo desde niños. Gran amigo. Buen amigo. Cariñoso amigo. Enorme mi amigo.
A casa de mi hijo no fui porque allí no me quieren.
Mi hijo sí, pero ella no.

Comí con una amiga.
Ella me quiere.
No soporta el contacto de la palma de mi mano. No soporta mi caricia.
Pero sé que me quiere. A su manera. A su extraña manera.
Me dijo que un amigo de ambos, antes mío, después más suyo, tampoco es querido.
Yo lo quiero, pero a mi manera.
Y mis maneras no son sencillas ni fáciles.

Ahora estoy en la Cerdanya.
En “La Rauxa”, en la casa que edificó Susan.
Ella sí me quiso. Con locura. Con pasión.
No, la casa no, ELLA.
Me quiso como a mí me gusta querer y que me quieran.
No sé cómo me aceptará la casa, porque mi casa es de risas y yo estoy ahora de lamentos. Quejumbroso. Así estoy.
Yo la quiero, a la casa quiero.
Mañana creo que podré decir cómo me siento en la casa, cómo me quiere la casa.
A mí.
Sólo a mí.
Porque estoy sólo. 
Sólo.

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