Me fui a pasear y me dirigí al río Carol que corre por el
lecho del Valle del mismo nombre, en la Catalunya Nord.
Contemplaba el discurrir del agua helada cuando un pájaro se
detuvo sobre una piedra que sobresalía de las aguas a escasos metros de mí.
Introducía el pico en el agua para beber. Era una tórtola.
La imaginación me llevó a jugar con la idea de que fuera un
Martín pescador y estuviera pescando y el nombre del pájaro me trasladó a
pensar en una mujer que a veces hace piragüismo en un río con los ojos.
Precisamente ayer le comenté que inicié mis ejercicios de
rehabilitación de mi espalda acarreando palas de nieve para poder mover el
coche aparcado al exterior la noche anterior.
Su respuesta fue une leve amonestación porque dice que no me
cuido y que el médico me dijo que nada de esfuerzo físico hasta que las
vértebras se consoliden. Yo respondí diciéndole que después de la pala mi
espada estaba como amartinada, y nos reímos y así ya no me reñía, porque muchas veces desde que me lesioné me
dice martinazmente que debo cuidarme más y hacer bondad, que es descanso total.
Yo le digo que sí pero no hago caso y ella me repite sus consejos martínmente.
Pero aún así, poco a poco, me voy curando.
Estos pensamientos hilaba mi cabeza mientras contemplaba al
martín pescador que era una tórtola de color beige y collar negro.
¿Qué no se me entiende nada?
Pues mejor.
A veces escribo sólo para mí. Para contradecir a los que
piensan, entre ellos yo mismo, que todo escritor escribe para los demás, para
ser leído por los otros.
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